El ambiente acogedor de tu piscina con sus paredes, sus guías, sus líneas en el fondo hacen que sea fácil centrarse en lo que importa, es decir, tu técnica y tu ritmo.
Pero cuando nos enfrentamos a un ambiente poco familiar como el océano, el mar o un lago donde entran en juego la poca visibilidad, las bajas o altas temperaturas, y diversas especies que nos acompañan, nuestra mente se aleja de la realidad y nos traslada a un estado de extrema alerta y ansiedad irreales.
Criaturas que acechan. Tú eres la criatura que acecha. Los peces y demás especies marinas, a excepción de las medusas, tienen más miedo de ti y del resto de nadadores que tú de ellas, y con toda seguridad, se dirigirán en dirección opuesta a la tuya.
Cuanto más rápidamente empieces a moverte y a centrarte en tu técnica tendrás menos tiempo para crear en tu mente preocupaciones inexistentes.
La visibilidad. En aguas abiertas, suele ser deficiente o inexistente, e incluso, si la visibilidad fuera buena, no encontrarás ninguna línea en la parte inferior (o por lo menos mozaicos). Sin embargo, todo esto se puede superar con un poco de práctica y concentración.
Hay tres cosas que debes tener en cuenta: la meta en el horizonte (normalmente una boya o embarcación), algún punto de referencia en tierra firma (edificio, montaña, faro, bandera, etc.) y a los nadadores que tienes delante (si no vas como puntero).
Acostumbrarse a la mala visibilidad se puede practicar en la piscina también. Simplemente cierra los ojos cuando tengas la cara en el agua y ábrelos cuando gires la cabeza para respirar. Al principio será extraño pero rápidamente te acostumbrarás y puede llegar a ser cómodo.
Esperamos que estas notas les hayan sido de gran ayuda. Seguimos con ustedes y pendientes de apoyarles en toda su preparación. Por favor no descuiden su preparación mental, el 70% de este cruce se logra dominando este aspecto.